
Jesús no dejó de reunirse con sus discípulos por causa de que Judas fue un ladrón, ni porque Pedro a veces era inconstante. No dejó de predicar y hacer bien, porque algunos hermanos eran implacables y poco amables. No dejó su posición del liderazgo porque había en su presencia una mujer adúltera, una banda de fariseos, o algunos devotos intolerantes que adoraban a demonios. Jesús nuestro Señor nunca dejó su trabajo.
¿Ha sido usted tentado a dejar su servicio? ¿Lo ha dejado usted? ¿Por cual razón? Cualquiera razón que se pudiera nombrar, Jesús sabía nombrarlo también. Él tenia muchos motivos para estar desalentado. Sus propios discípulos eran lentos para aprender. Sus enemigos querían destruirlo no una vez, sino varias veces. Pero no dejó su posición. Dijo; “¿No sabéis que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49). Y cuando el fin de su vida terrenal se acercaba, Jesús dijo a su Padre: “He acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17:4).
No dejó el trabajó. Acabo su obra.
Cuando usted venga al fin de su vida ¿Podrá usted decir, “He acabado la obra que Dios me dio”? O estará usted obligado a decir, ¿“Comencé, pero la dejé”? ¿Estará usted delante del tribunal del juicio final de Dios para confesar que no termino su trabajo?
La vida eterna es prometida a los que perseveran hasta el fin (Mateo 10:22). No habrá consuelo en el dia del juicio en señalar hacia atrás a su bautismo a menos que pueda señalar también una vida de fidelidad que usted vivía antes de la muerte.
Raymond C. Kelcy
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